A pesar de acercarnos a menos de un metro de distancia, un yacaré permanece inmóvil hasta la exasperación, camuflado entre el follaje y con su sarcástica sonrisa de dientes desparejos. Aparenta no inquietarse ante nuestra presencia pero no nos quita tos ojos verdes de encima porque, en realidad, está bien pendiente de nuestros movimientos.
Cuando menos lo esperamos, da un coletazo, se sumerge en la laguna Ibera y se pierde de vista. El guía enciende el motor de la lancha y seguimos navegando hacia el arroyo Miriñay.
Al cruzar el trigésimo yacaré, estamos en condiciones de distinguir al yacaré negro del ñato u overo (las dos especies de caimán que habitan en la Argentina), sabemos que llega a medir dos metros de largo y a pesar 55 kilos, y observamos cómo nada con las patas pegadas al cuerpo y se desliza en el agua con el impulso de la cola como si fuera un timón.
Como es la fauna en el litoral argentino
Los yacarés pueden resistir hasta quince minutos sumergidos y se alimentan de peces, pichones y carpinchos chicos. Ante el peligro de su extinción (se los cazaba por su carne y su piel codiciada para la confección de zapatos y carteras), en 1983, quedó prohibida su caza en forma definitiva.
Al detenernos en un canal más angosto que la lancha, vemos cómo la vegetación sirve de refugio para una familia de carpinchos o "capybara", en inglés, según señala el guía. Nos muestra entonces a una pareja de estos enormes roedores y sus cinco crías, que transmiten una calma sorprendente: ellos saben que no escaseará la comida y que se encuentran fuera de peligro.
No es para menos, ya que todo su entorno es comestible y no tienen grandes depredadores. Los carpinchos viven 20 años y llegan a pesar 60 kilos. Tienen los ojos, el hocico y las orejas a la misma altura, de manera que pueden nadar con casi todo el cuerpo sumergido.
Al virar la lancha en la dirección opuesta, nos cruzamos con los poderosos hilos de decenas de telarañas que unen los juncos entre sí formando inquietantes redes donde se agrupan las colonias de arañas.
Superada esta instancia en el paseo, nadie lamenta la ausencia de palometas o pirañas que abundan en estas aguas, y mucho menos la de las boas constrictoras curiyú, las veloces ñacaninás, las culebras verdes o las yararás.
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